DEPORTE implica vida, diversión, personas llenas de energía, que favorece la salud física y psicológica desde que se inicia su práctica siendo un niño. Ya sea porque se inicia en el colegio o como actividad extraescolar en un centro o club la esencia del deporte es común a todos ellos.
El deporte juega como herramienta educativa su mejor “partido” en el desarrollo como persona. Cuando triunfa el deporte en mayúsculas, triunfan no solo las cualidades deportivas sino las humanas. Valores como el esfuerzo, el compromiso, la responsabilidad, el respeto, la humildad, la perseverancia, la disciplina, el espíritu de equipo, la colaboración están presentes cada semana en la práctica deportiva del futuro de nuestra sociedad.
Los responsables de inculcar todos estos valores en el ambiente deportivo son sus entrenadores y el club, colegio o institución y por otro lado las familias cuyo apoyo es imprescindible.
Pero existe una figura, la del árbitro que también asiste a los encuentros y que le gusta el deporte. No valorada, ni respetada en muchas ocasiones pero indispensable, sin él o ella no hay encuentro. Estigmatizada donde las haya y con un legado negativo. Pero la realidad es que cada año nuevos jóvenes siguen formándose para cumplir su sueño, el de ser árbitro. Fuente fácil de eternas disputas en encuentros deportivos desde edades muy tempranas. Se transmite a los más pequeños una figura distorsionada del árbitro, como la causante de todos los males. Con ellos más que nunca se echan “balones fuera”…. Les toca juzgar, decidir y sancionar y nunca es a gusto de todos. Sin olvidar que una sociedad tan competitiva que sobrevalora la victoria, echar la culpa al árbitro es más fácil en muchas ocasiones que asumir los propios errores. Por lo tanto ¿qué papel educativo y formativo desempeña un árbitro en los más pequeños?
La intervención arbitral en edades tempranas es fundamental para el desarrollo de la deportividad y juego limpio. De este modo fomentar una competición más educativa. El respeto, la imparcialidad, ser objetivo, transmitir confianza, autocontrol, saber comunicar, resolver un conflicto, tener confianza en uno mismo son valores de gran importancia que puede transmitir el árbitro.
Como árbitro tienes que asumir tu papel educativo. Independientemente del motivo por el que decides ser árbitro en encuentros deportivos y de tu edad, si quieres ser un buen árbitro:
1- No limites todo al conocimiento y aplicación del reglamento con el silbato. Entrénate y fórmate en aspectos físicos, tácticos, técnicos. Trabajar tu auto-confianza te ayudará a actuar con decisión y rapidez. Todo contribuye a que actúes con seguridad y a ser justo.
2- Fórmate en aspectos psicológicos desarrolla tu inteligencia emocional, te alejará de lo que los jugadores y el público llaman “actitudes desafiantes”. Evitarás hablar con tono y palabras amenazantes de las que puedas arrepentirte.
3- Entrena la comunicación no verbal, jugará a tu favor. Aprende a controlar tus gestos y posturas, evitará que “se calienten”. El autocontrol es fundamental en este deporte.
4- Aprovecha interrupciones para educar a los jóvenes jugadores y entrenadores en las normas y reglas del juego, y evitar el autoritarismo que no la autoridad.
5- Aprende a gestionar los conflictos, la mayoría vienen por el intento de transgredir las normas, agresiones verbales y físicas e intentar hacer trampas.
6- Fomenta el buen ambiente, el disfrute de la práctica deportiva porque no está reñido con la competición. Al inicio de los encuentros deja claro qué esperas de los jugadores.
7- Trabaja la comunicación y el buen trabajo en equipo con el resto de tus compañeros.
8- Muéstrate cercano, que los niños no te teman, primero eres persona. Desde su primer encuentro ya contribuyes a la futura imagen del “árbitro”.
9- Tú también puedes transmitir la pasión por el deporte que arbitras, y que no sientan los jugadores, entrenadores, público que estás al margen.
10- Analiza, reflexiona y aprende de cada encuentro, con lo que has vivido y te han transmitido jugadores, entrenadores y compañeros. Cada partido tiene que servirte para aprender y avanzar. Y si tiene que haber fallos que sean nuevos.
No olvides que arbitrando también educas.
A los árbitros desde edades muy tempranas se le pide la perfección, y no hay que olvidar que también se inician, se forman y evolucionan hasta llegar a ser profesionales. Todo en la vida exige un proceso formativo y el error también forma parte de ese proceso en los árbitros.
Cuando gritas, insultas y/o agredes a un árbitro también mal educas a tu hijo en contravalores. Estos contravalores no se quedan en el campo. Al día siguiente los ponen en práctica en casa o en el colegio. ¡Los niños no se resetean!
No te sorprendas y preguntes a tú hijo: “¿Pero tú dónde has aprendido esto? ¡En casa desde luego no!”
En casa no pero en el campo de fútbol ¡SÍ!
Siempre se habla de “arbitrar para acertar” o “arbitrar para no fallar”, no olvidemos que también hay que “arbitrar para educar” en cualquier deporte.
Agradecer a Mundo Fútbol Base que destacara el decálogo en su artículo.