Yolanda Cuevas Ayneto

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Psicología del Deporte

Vuelta al deporte, los padres también tienen deberes.

Comienza un nuevo curso también en el deporte, no solo para los entrenadores y los deportistas de cualquier edad y deporte sino para vosotros, los padres.
Unos os quieren cuanto más lejos mejor, porque se generalizan ciertos comportamientos y os consideran esa piedra en el zapato que incomoda y dificulta el trascurso de la temporada. Otros desde la organización o los propios entrenadores intentan cada año promover acercamientos, comunicación, entendimiento, reuniones para que la cosas fluyan con la mayor normalidad, porque es lo que todos deseamos.

Lo que no hay duda es que formas parte de ese entorno deportivo que rodea a tu hijo y que gracias a ti, a tu tiempo y sacrificio entre otros, tu hijo se inicia y se mantiene en el deporte. Pero también tienes una responsabilidad en su formación deportiva desde una posición privilegiada y determinada.
En esta nueva temporada tu hijo quizá se inicia en un deporte o se trata de un año más. Tú misión es ser ese compañero que le haga ameno el “viaje deportivo” que emprende en la infancia, sentando las bases educativas y valores. Las técnicas le corresponden al entrenador, que para eso se forma. Tienes que estar apoyando, animando, alentando, aconsejando y ayudando eso sí, sin anteponer tus deseos.

Nadie dice que sea fácil ser padres de niños que practican deporte pero eso no lo justifica todo.
Tu participación es necesaria pero también tiene unos “deberes” que cumplir:

índice

1. Deja que experimente diferentes deportes; educa en la libertad de elección hasta que elija SU deporte. Si condicionas su gusto deportivo cierras oportunidades. No des por hecho que si jugaste al baloncesto, fuiste bailarina o eres futbolero tu hijo hará lo mismo. Ten en cuenta que su compromiso será mayor porque lo que gusta, engancha.

2. Fomenta la responsabilidad; si lo permites, el deporte puede educar y transmitir valores y si uno cobra especial importancia es la responsabilidad. Aunque cuesta, prepara la bolsa deportiva con tiempo, con tu hijo hasta que sea capaz de hacerlo solo, educa en la puntualidad y asistencia a los entrenamientos y encuentros, acepta y educa en el compromiso que implica el deporte. No se puede faltar a los encuentros poniendo excusas porque según el fin de semana apetece otro plan. Hacer deporte implica esfuerzo y sacrificio de todos.
3. Motivar sí, presionar no; durante los desplazamientos cuida tus palabras, a veces el problema es tan sencillo como que crees que estás motivando a tu hijo y lo que hace es añadir presión a la que él ya tiene. Que lo hagas con buena voluntad no implica que esté bien hecho. Además lo que motiva a unos no motiva a otros. El “confiamos en ti”, “seguro que lo harás genial”, “te espero con la medalla”, “eres el mejor”… son piedras a la mochila deportiva. A veces es cuestión de estar y no de hablar, un silencio vale y apoya más que mil palabras. Así que mima tus palabras porque se graban y dejan huellas emocionales en tu hijo y luego no entenderás porque quiere dejar el deporte.
En los desplazamientos también entrenas a tu hijo en valores, en normas, en objetivos, en resolución de conflictos… así que no monopolices el tema de conversación y amplía temas de interés para tu hijo que desarrollen su capacidad crítica.

4. Ayuda a gestionar el tiempo; hay tiempo para todo, ayúdale a organizarse para que desarrolle un hábito. Tiene que haber un equilibrio entre estudios, deporte y amigos. No amenaces, ni castigues sin deporte porque no sirve a la larga y solo genera emociones y sentimientos que os separan y limitan vuestra relación. Temas que os echará en cara en cuanto pueda.

5. Eres su padre, no un ojeador; nadie te va a evaluar después de los entrenamientos y encuentros, relájate, siéntete afortunado porque tu hijo está rodeado de deporte, está creciendo con él y sus beneficios físicos, psicológicos y educativos. Disfruta del encuentro, entabla conversaciones con padres que sean positivas, es decir no centradas en criticar al entrenador, porque esto no ayuda. Si oyes una conversación fomenta que se resuelva con una conversación con el entrenador en el momento adecuado y no el los grupos de whastapp. Tenéis que dar la posibilidad al entrenador de dar explicaciones o de mejorar.

6. Ni se grita enfurecido, ni se falta al respeto; examínate y reflexiona si eres de los que gritas, al entrenador, al árbitro o a tu hijo, si lanzas miradas a tu hijo que le bloquean, gestos que le desaniman, si la rabia te supera cuando se pierde un partido o competición, si alientas a tu hijo a ciertas conductas con el adversario, si contradices al entrenador o eres el que da instrucciones, o al acabar el encuentro le examinas los fallos y le das directrices de cómo lo tenía que haber hecho… porque en este caso te estas saltando la regla del juego como padre o madre. No actúas con coherencia con la frase “yo lo que quiero es que mi hijo disfrute y haga deporte”. Con estas actuaciones también educas, más bien deseducas. Así que si es el caso empieza a limitarte estas actuaciones y entrenar tu gestión emocional, por el bien de tu propio hijo a nivel emocional y educativo. Evitarás que llegue el día que pida que no quiere que vayas a verle, o que se avergüenza de ti.
7. Recompensas, castigos y alabanzas; no premies con dinero, cine, juguetes cada gol, canasta, medalla que gane tu hijo, ni castigues con ejercicio físico como correr, flexiones o abdominales, faltar al entrenamiento o al encuentro deportivo.
Fomenta conversaciones que destaquen los valores que han contribuido a que de manera individual o en equipo según la disciplina se haya conseguido crecer deportivamente que no tiene porqué ser ganar en resultado. Disciplina, esfuerzo, sacrificio, generosidad…es importante no solo nombrarlos sino que aprendan a identificarlos y reconocerlos no solo en ellos mismos si no en los compañeros, sean o no de su mismo equipo.
Vosotros como padres también tenéis que felicitar las actuaciones de otros compañeros en los cambios o finales de disciplinas como la natación, atletismo o taekwondo en el que los chavales se acercan a los padres. Así no das cabida al individualismo y educas con el ejemplo.

8. Juego limpio y diversión; educa en el fair-play y el disfrute del deporte como algo natural, honesto y divertido que puede convertirle en mejor persona. Cumpliendo el reglamento, sin trampas, ni faltas de respeto. Enseñando a ganar y a perder, a ser humilde y a reconocer el buen trabajo de los demás.

9. Después del partido ¡cuida lo que preguntas!; la primera no puede ser ¿por qué no llegaste a rematar?, ¿Habéis ganado?, ¿De cuánto habéis perdido?, ¿quién ha metido los goles?… todas van dirigidas al resultado. No retroalimentes la importancia que ya ellos mismos le dan a cada encuentro. A veces es mejor el silencio o una mirada porque habla lo que las palabras estropean. Puedes hablar de su buena actitud, su capacidad de arriesgar, de su comportamiento en la sustitución con el compañero y su deportividad…pero sobre todo ten capacidad de escucha con tu hijo.
10. Ten siempre presente que tu hijo lo inicias o se inicia en el deporte para divertirse, mejorar y aprender destrezas, estar con sus amigos y hacer nuevas amistades. No adelantes el proceso evolutivo natural, ya llegará la competición y la comparación con los demás. Pero no olvides que el reto en su vida deportiva y personal es que aprenda a superarse a sí mismo, aquí está la clave.

Con estas pautas podrás evaluar tus acciones, comprobar si hay algo que puedes mejorar y te lances con seguridad a tu “terreno de juego” con el firme propósito de crecer en tu tarea educativa como padre y madre.
Os deseo a todos los padres que disfrutéis de la nueva temporada deportiva y que permitáis que el deporte os deje crecer a todos como personas.

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Artículos Psicología y Salud

A no mentir también se educa

Os dejamos nuestro nuevo artículo Patricia Ramírez y yo.

“¿Y cómo puede usted saber que he dicho una mentira?”
“Mi querido niño, las mentiras se descubren enseguida, porque son de dos clases: hay mentiras con patas cortas y mentiras con patas largas. La tuya es una de esas mentiras de nariz larga.” (Pinocho, 1892)
“Educar a un niño en la veracidad es educarle para la libertad” (Domínguez, 1915)

“¿Y cómo puede usted saber que he dicho una mentira?”

“Mi querido niño, las mentiras se descubren enseguida, porque son de dos clases: hay mentiras con patas cortas y mentiras con patas largas. La tuya es una de esas mentiras de nariz larga.” Pinocho, 1892

 

Como padres seguro que más de una vez habéis dicho a vuestros hijos: “si mientes te crecerá la nariz como a Pinocho”. Pseudometiras, falsas mentiras, mentiras por imitación, por presión social, mentiras sociales, mentiras de utilidad, defensiva, para llamar la atención, compensatorias, escolares, inocentes y generosas, mentiras piadosas, mentiras para proteger al amigo, reactivas para compensar su inestabilidad emocional, mentiras para proteger la intimidad, vengativas, hasta la compulsiva más frecuente en la adolescencia, engañar, hacer trampa etc…

 

Tú deseas que tu hijo no mienta pero la realidad es que tarde o temprano llega ese momento. Así que hay que estar preparados, entender y saber cómo actuar. La mentira es un mecanismo de defensa natural y fácil. En algunas ocasiones difícil de demostrar y que permite liberarse, aunque sea momentáneamente, de las consecuencias negativas que podría tener decir la verdad.

 

Una de las responsabilidades que tienes como padre es educar en el hábito de decir la verdad. Este hábito le ayuda a estar sano emocionalmente y a tener unas correctas relaciones sociales basadas en los valores. Es importante que sepas diferenciar entre las “mentiras naturales” producto de la imaginación al no ser conscientes de la diferencia entre la realidad y fantasía, y las mentiras infantiles con intención, por diferentes motivos y en diferentes edades. Mentiras para obtener un beneficio directo o indirecto. Si no se educa van a más, desarrollando cada vez más, mayores aptitudes para mentir, estudiando estrategias y desarrollando el placer por ello.

 

Se marcan los 7 años como frontera porque es el momento en el que el niño diferencia entre error involuntario y mentira intencional. La intención la adquiere con 3 años, con los primeros “por qués”.  Todo dependerá no solo de la edad sino de las características de su pensamiento y desarrollo moral  e influencia del entorno del pequeño: padres, amigos, ambiente familiar, su inteligencia, adaptación /inadaptación y personalidad. Por ejemplo, los niños que tienen hermanos mayores o que acceden a la guardería no tienen el mismo desarrollo que si es hijo único. Todos conocemos la picaresca de los hermanos. Así pues hay niños entre tres y seis años que ya mienten. El llamado “engaño táctico” es adquirido a partir de los 3 años y medio. Aparecen las pseudomentiras, el niño inventa historias, cuentos y se divierte con ello al contar lo que cree. No distingue entre imaginación, cuento, fantasía y realidad.

 

MOTIVOS POR LOS QUE TU HIJO PUEDE MENTIR:

 

-Conseguir algo que quiere, evitar algo que no quiere o librarse de un castigo. Hay niños que culpan a su amigo imaginario de que su habitación esté desordenada (mentira de defensa) para evitar quedarse sin ver los dibujos.

-Por imitar a los padres: si ve que mientes en alguna ocasión interpreta que mentir no es malo porque sus padres lo hacen. Por otro lado si a cambio ve que obtuviste un beneficio, entienden que mentir puede ayudar a conseguir cosas. Y dirás “es cierto, mentir puede ayudar”, pero todo depende de los valores con los que quieras educar a los tuyos.

-Por la propia frustración de querer y no poder o por aparentar: dice que tiene más videojuegos de los que tiene, ese es su deseo pero la realidad es otra.

-Por miedo; no olvides que los niños son inmaduros por naturaleza y el miedo les influye de tal manera que es la principal causa de sus mentiras. Tienen miedo, a tu reacción, a tu castigo, a tu tono de voz, a tu cara…

-Por exigencia de los propios padres, amigos, profesores, entrenadores: él piensa que será menos aceptado y querido si no cumple lo que las personas de referencia le exigen. Los niños no quieren defraudaros y por eso mienten. No olvides que los objetivos tienen que ser retadores pero asequibles.

-Por evitar problemas con amigos o familiares, la ansiedad, la vergüenza, el sufrimiento o la culpa, propia o ajena que supondría decir la verdad.

-Para parecer gracioso ante un grupo y así ganarse el interés o admiración del mismo.

-Por llamar la atención de las personas que les rodean, muy común con la separación de los padres o la llegada de un hermano. Un ejemplo es inventar dolores de tripa para acaparar los cuidados de sus padres.

-Por imitar a sus amigos porque ve que ellos tienen beneficios con la mentira, y cree que así conseguirá lo mismo.

-Para transformar la realidad que no les gusta y hacerse “su mundo”.

 

COMO PADRES ESTAS SON LAS PAUTAS

  • Crea un hogar en el que la comunicación sea fluida, sin adelantar situaciones que alertan consecuencias; “Cómo me entere yo de que alguna vez me mientes…”, “Cómo yo me entere de que me escondes las notas…ese día…”, “El día que me mientas…”
  • Trabaja la confianza en tu hogar, es la base para que tu hijo se sienta seguro sin ser juzgado por los errores que cometa. Con libertad de expresión y educación.
  • Se ejemplo, una vez más borra esa costumbre de “dile que no estoy” cuando alguien llama. Enseña y ayuda a distinguir entre mentir y equivocarse, a diferenciar entre los cuentos y fábulas y la realidad, ya que viven como real algo que es invención. A veces quieres protegerlo y lo engañas. El objetivo es evitar las mentiras, puedes suavizar la contestación o decir que no lo sabes si se trata de una pregunta. Sí, tranquilo los padres no tienen por qué saberlo todo. Es preferible decir “no lo sé”, “lo miro y te lo digo” a que descubra que le has mentido.

A nadie nos gusta que nos mientan, tenlo en cuenta. Así que no prometas lo que no sepas cumplir, aquí la palabra va a misa. No incites a mentir, evita la complicidad para tu beneficio tipo “dile a mamá que se nos escapó el autobús”.

  • Premia la sinceridad, que entienda que estás orgulloso porque ha dicho la verdad aunque lo fácil hubiera sido mentir. Es importante educar en los valores de la sinceridad, la honestidad y la ética, y en saber tolerar la frustración.
  • No confundas un niño creativo, con imaginación y fantasía como que miente y actúes con reprimendas y castigos porque harás desaparecer su creatividad tan necesaria hoy en día.
  • Modo alerta a todo tipo de mentiras. Si unas mentiras se perdonan y otras se castigan, estás reforzando a tu hijo intermitentemente así que seguirá haciéndolo, arriesgándose a que le castigues o a que no. Y según la edad no entenderá porque unas veces te enfadas y otras no.

 

Y SI MIENTE…

  • Unas veces se sabe por el hecho o dicho en si pero otras es por la comunicación no verbal, se pone nervioso, evita la mirada, cambia el ritmo de su parpadeo y la forma del ojo (pupila e iris), eleva el tono de voz, cambia la sonrisa, tiene reacciones desproporcionadas, la postura corporal, las manipulaciones es decir esos movimientos de frotar, rascar, masajear alguna parte del cuerpo como el pelo, la nariz, la oreja… se queda sin palabras etc… Así que es importante que aprendas a conocer y ver a tu hijo de otra forma. No pierdas el norte, seguís en vuestra tarea educativa como padres.
  • Paciencia con firmeza es la clave: dale su tiempo para que sea bajo su decisión decir la verdad, sin presiones y amenazas. No preguntes acusando porque se pondrá a la defensiva. Es de esta manera cuando tomará mayor conciencia de la situación.
  • El que chilles, te enfades, le castigues o le dejes en ridículo delante de los demás no evitará que deje de mentir, sino que le llevará a perfeccionar su técnica para que la próxima vez no lo pilles. Le habrás enseñado a cómo no debe mentir, pero no, a no mentir.
  • Enséñale que mentir es negativo: educar necesita de tu tiempo y tu comprensión. Dile que le entiendes, pero que mentir no arregla las cosas, al contrario las empeora y le hace sentir mal. Así se trabaja el sentimiento de culpa, vergüenza y el miedo a ser descubierto. Incúlcale que es preferible aprender de los errores a intentar engañar a la gente.
  • Escucha sus argumentos, te dará pistas para saber lo que piensa y poderle orientar. A veces es más importante lo que hay detrás que la propia mentira.
  • Cuida tus palabras, en vez de decirle “me estás mintiendo” dile “creo que te confundes”, “eso creo que no es así”, “creo que te estas equivocando”, “piénsalo de nuevo y en un rato me lo cuentas”
  • Por mentir no le quieres menos. Frases tipo “ahora ya no te quiero por mentir”, “si mientes no te querré” no ayudan al equilibrio emocional de tu hijo, al contrario alimentan la inseguridad y falta de autoestima.
  • No olvides que una vez más, el castigo tiene que adaptarse no sólo al hecho de mentir y su frecuencia, sino a la mentira y a la edad. Si es desmesurado se centrará en mentir más para evitar el castigo. Y no entenderás que cuanto mayor es el castigo más miente. No dramatices la situación, es importante educar con equilibro emocional.
  • No le rías una mentira, ni por la mentira en sí, ni por la gracia con que lo haga. La risa es un refuerzo muy poderoso, como los gestos no verbales (guiños, gestos con la mano…). Recuerda que no solo se refuerza con la palabra.
  • No le etiquetes como “mentiroso” porque contribuyes a lo que en psicología se llama la profecía autocumplida y se comportará como tal afianzando y no extinguiendo el acto de mentir. Mucho menos delante de sus amigos, porque  perderá su credibilidad en el grupo de iguales.
  • Cuando comience a narrarte la verdad, asiente y cuida tu expresión facial. Así le animas a continuar y no echar marcha atrás en su propósito. Ahora lo que importa es que venza a la fuerza interior que le lleva a mentir.
  • Felicítale cuando reconozca que ha mentido, dile que eso es ser valiente y que te sientes orgulloso de él. Que valoras sus intentos y que tendrá otra posibilidad para demostrarse a sí mismo que puede no mentir.
  • Analiza cómo le hace sentir mentir y que sepa cómo os hace sentir a vosotros escuchar una mentira. Ayudará a tomar más conciencia.
  • No le hagas prometer que no volverá a mentir.

 

No olvides el dicho ‘más vale prevenir que curar’ y evita que tu hijo te diga “papá, mamá tú también mientes pero yo no puedo castigarte”.

 

Una frase: “Educar a un niño en la veracidad, es educarle para la libertad” Domínguez, 1915).

 

 

Si quieres saber más:

¿Los niños pequeños mienten? Dolores Madrid (Dykinson,2005)

‘Por qué los niños mienten’ Paul Ekman (Paidos Ibérica, 1999)

 

 

 

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Artículos Psicología del Deporte

Yo era el capitán de mi equipo

En un equipo todos juegan un papel importante y decisivo que determina el trascurso de la temporada. Pero si hay una figura relevante es el capitán del equipo. Supone ser el alma, ser el líder. Ser capitán exige a nivel psicológico y emocional unas cualidades que no todos los jugadores de un equipo tienen. Puede ser el jugador más veterano, el líder nato o el más relevante deportivamente pero es el “elegido”. Lo que conlleva una gran responsabilidad.
Es un papel que todo capitán vive y siente con orgullo que recordará siempre.
Ser capitán nunca pasa desapercibido en la vida de un deportista.
Para ser un buen capitán:
1. Tienes que ser el ejemplo a seguir, el referente en conducta y actitud: No puedes fomentar en el resto lo que tú no cumples.
Sé puntual en los entrenamientos y encuentros. Entrena al máximo y atiende al entrenador en sus explicaciones. Comunica si no asistes a un entrenamiento. Las críticas a tus compañeros siempre constructivas y a la cara. Sé responsable con el material y las instalaciones del club. Da ejemplo de vida sana.
2. Tienes que ser la máquina de generar valores en tu equipo: Fomenta el respeto, la comunicación, la actitud, el esfuerzo como única forma de ganar tus retos, la valentía, saber sobreponerse ante la adversidad, el juego limpio, el espíritu de lucha y sacrificio…
De esta forma dejarás huella imborrable en tus compañeros.
3. Diriges el timón del barco: tus habilidades de comunicación son fundamentales. Comunícate durante el juego, corrige las posiciones de tus compañeros fomentando la atención en su juego individual para ayudar al juego colectivo.
4. Conoce a tus compañeros como personas: como deportistas ya los conoces: Esto te permitirá explorar su lado “psicológico”. Sabrás como hablar, motivar, entender ciertas situaciones reacciones e incluso adelantarte a ellas, apoyar y buscar soluciones junto al entrenador. Fomenta el tú a tú.
5. Educación y respeto son las únicas armas para hablar con el árbitro: evitas que el resto de compañeros se enzarcen en discusiones que suelen acabar en tarjeta. Estas actuaciones no benefician al trascurso del encuentro.
6. Transmite calma y firmeza ante una discusión entre jugadores: Demostrar control es lo que necesitan tus compañeros. Aquí más que nunca haz uso de tu Inteligencia Emocional. No permitas que se produzcan hechos de los que el equipo se va a arrepentir. Las expulsiones dejan en desventaja a los equipos.
7. Tu atención está dividida entre el campo y el entrenador: Transmite las directrices al jugador que corresponda. En estos momentos eres el puente entre vuestro entrenador y el resto del equipo.
8. Observa y analiza a tu equipo: con “gafas” objetivas, tu visión será importante para el análisis posterior del juego y así subsanar errores o reforzar buenas actuaciones.
9. Motiva y tira del carro: ante la duda, la desesperación o los fallos de tus compañeros. Alienta al que falla un tiro, al que pierde el balón, al que da un mal pase. No permitas recriminaciones entre compañeros. Mantén vivo al equipo que no bajen la guardia. No lo olvides, eres la gasolina en tu equipo.
10. Entrenador y capitán unidos en los buenos y malos momentos: Si no compartes alguna decisión nunca discutas delante de tus compañeros, los incitas a que se posicionen. Busca el momento y lugar, fomenta el diálogo y llegareis a un acuerdo porque no olvides que compartes objetivos, metas, retos y eso está por encima de un malentendido o una decisión incorrecta. Nunca lo olvides, “hablando se entiende la gente” y en el deporte también.
Disfruta y trabaja para sentirte orgulloso de ser el capitán de tu equipo.

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