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Pesadillas y terrores nocturnos en niños
Os dejo mi último artículo para el Heraldo de Aragón. Aquí
Un abrazo y espero que estés bien.
“La memoria emocional depende de nuestra historia relacional y de las situaciones de riesgo o peligro que hemos vivido o percibido. Así que esta situación, provocada por el covid-19, formará parte de las memorias emocionales de todos y en especial de los niños”, explica Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga de la salud y deporte, terapeuta EMDR y Trauma. “Y todo esto -continúa-, se va a reflejar durante el día y la noche de alguna manera”. Y es ahí, donde aparecen los sueños y las temibles pesadillas y terrores nocturnos. La infancia es una etapa especialmente vulnerable a ciertas situaciones que dejan una fuerte huella emocional en los pequeños. Porque, como explica la psicóloga, los recuerdos no se centran solo en los hechos que ocurren, sino también en las “respuestas fisiológicas que se dieron al mismo tiempo”. “La intensidad y la relevancia emocionales de una situación explican que su huella se mantenga a largo plazo. Incluso -continúa Cuevas-, puede seguir existiendo memoria emocional aunque se haya olvidado el hecho en sí”.
La edad y etapa evolutiva de niños condicionan su capacidad de dar sentido e interpretar lo que ocurre. Y la psicóloga argumenta que si los padres les sobreprotegemos y no relatamos “un discurso de la situación sencillo, coherente, claro y ajustado a la edad”, los niños pueden crearse su propia realidad basada en “una especie de corto y pego»: esto que veo aquí, esto que intuyo allá, aquello que escucho de una conversación; de lo que siento cuando mi madre está conmigo… y «esta realidad subjetiva condiciona la forma de pensar, de sentir de los niños y por lo tanto de comportarse de día y de noche, durmiendo”. El sueño, aclara, es una actividad más del sistema nervioso. Y durante el sueño, “se restablecen los sistemas de equilibrio precisos que tiene el organismo y la consolidación, organización y eliminación de la información que se ha estado manejando”.
Padres alarmistas
¿Y qué pasa cuando los padres somos alarmistas con estas situaciones, no filtramos la información y perdemos los nervios?. “Pues que se comunican con los niños desde el miedo, la tensión y el descontrol y los contaminan de sus estados emocionales , dejándolos muy indefensos, tensos, nerviosos y preocupados”, responde la psicóloga. Y todo esto, evidentemente, se va a ver reflejado en los sueños y pesadillas, “que son algunas de las maneras que los niños tienen de procesar lo que piensan y sienten sobre las situaciones que les preocupan e inquietan: no ir al colegio, sus padres, los abuelos…”, señala. Ante estas situaciones, “necesitamos padres presentes, que puedan conectar con las necesidades emocionales de los niños”. Porque esta clase de experiencias “producen malestar, en unos casos más duraderos, y alteran las actitudes y patrones de comportamiento de los niños”. Se trata de situaciones que su cerebro no puede digerir, que afectan al sueño y provocan pesadillas y terrores nocturnos.
Pesadillas y terrores nocturnos
Yolanda Cuevas define las pesadillas como episodios de ensoñación, que producen un miedo intenso, terror, ansiedad o angustia en el niño, que hacen que se despierte, y que el niño recuerda y lo puede explicar. Las pesadillas, como la mayoría de los sueños, ocurren en la fase del sueño en la que el cerebro está muy activo. “Esta parte del sueño se conoce como fase de movimientos oculares rápidos o fase MOR (también llamada REM, por sus siglas en inglés), porque los ojos se mueven con rapidez bajo los párpados cerrados y son más frecuentes al amanecer, en la segunda mitad de la noche, donde la fase es más larga”, aclara la psicóloga. “Duran semanas y se relacionan con algún fenómeno externo que les ha causado inquietud. Si el niño está traumatizado se vuelven repetitivas. Además, existe una relación entre los niveles de ansiedad de los niños y la ocurrencia de pesadillas», matiza.
¿Cómo debemos reaccionar los padres?
A la hora de aconsejar a los padres sobre cómo debemos reaccionar ante las pesadillas, comenta que es muy importante crear pautas de sueño y un entorno de seguridad y conectar con sus necesidades emocionales: leerle un cuento, abrazarle hasta que se quede dormido “y que sepa que estarás a su lado cuando te llame. ¡Nada de decirle eso de: ¡Ya eres mayor vete a dormir!», exclama.
¿Y cuando nos llamen?, “podemos ayudarles si entramos en su cuarto, sin encender la luz -puede haber una luz de ambiente que les dé calidez y seguridad- y les tranquilizamos, asegurándoles que cuentan con nosotros”, responde. Una presencia serena y calmada, continua, les ayudará a sentirse seguros y protegidos, “cuando se despierten asustados y desorientados sin saber dónde están ni qué pasa”. No hay nada más reconfortante que «encontrar a alguien al otro lado de la pesadilla”.
Y debemos aclararles, brevemente, lo ocurrido con frases del tipo: “Era una pesadilla, cariño, que ya ha terminado. Ahora, estás despierto y conmigo”. A la vez que validamos lo que sienten: “Entiendo que estés asustado y con mido, es normal. Yo también sueño y me pasa lo mismo” o “Los sueños asustan a todos, uno cree que son reales en ese momento. Ahora ya ves que no”.
Los abrazos, besos y caricias son el mejor calmante para volver a conciliar el sueño, explica, aunque muchos padres opinen que con estas reacciones se malcría a los hijos. “Quedarse con ellos, cuando lo necesitan, no es malcriarlos, ya que solo desde nuestra seguridad, ellos adquieren la suya”, reacciona Cuevas. Y, a la mañana siguiente, el niño “puede contar lo que ha soñado como si fuera un cuento” e, incluso, podemos ayudarles “a crear otros finales”. Se trata de aprender “a relacionarse con su experiencia interna, con su mundo interior”.
Terrores nocturnos
A diferencia de las pesadillas, puntualiza, los terrores nocturnos “son episodios de despertar brusco, alarmantes”, porque el niño pasa de forma muy rápida de estar “profundamente dormido a levantarse, a gritar, con sudores, taquicardia e hiperventilación”. Suelen aparecer sobre los 4-12 años, en episodios que duran entre 2 y 10 minutos, y desaparecen al llegar a la adolescencia. “El niño no reacciona, sigue dormido, y al día siguiente, no recuerda nada”.
Los factores que provocan estos terrores nocturnos “pueden ser genéticos -indica-, madurativos, asociados al consumo de algún tipo de sustancias y situaciones de ansiedad vividas durante el día”.
“Aquí, los padres tienen que estar acompañando al niño con calma para que no se golpee. No se le debe despertar y debemos procurar que siga durmiendo en una postura adecuada”, puntualiza la psicóloga.
Y, por supuesto, si estas situaciones crean un gran malestar y se desbordan hay que acudir a un especialista. En estos momentos, explica Yolanda Cuevas, la terapia EMDR -La desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (acrónimo, en inglés, de Eye Eovement Desensitization and Reprocessing, EMDR)-, es una intervención terapéutica “centrada en el trauma y reconocida para tal fin por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su efectividad”. Se centra en el tratamiento de diferentes y muy variadas problemáticas emocionales, siembre secundarias, “ligadas a experiencias que nos desbordan en momentos difíciles de la vida, como en el que nos encontramos ahora”, explica, que terminan apareciendo en niños y adultos, “en forma de ansiedad, fobias, ataques de pánico, duelos no resueltos o estrés postraumático, derivados de accidentes, desastres naturales, guerras, muertes imprevistas o esta pandemia”.
Con los niños, concluye la psicóloga, la terapia se desarrolla a través de “dibujos, relatos, juegos…, dando siempre prioridad a la integración del trauma y la recuperación de la normalidad y la capacidad perdida durante un acontecimiento”.
Lucía Serrano (Periodista)
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¿Cómo explicamos el Covid19 (Coronavirus) a los niños?
Los medios de comunicación y la alarma social a veces precipitan el trabajo de familias y educadores obligándonos a explicar cosas de las que nunca creíamos que necesitaríamos tener que hablar con los más pequeños. No es el fin del mundo: solo hay que tener muy claras las prioridades.
«¿El coronavirus es un bicho pequeñito con corona?»
Desde hace unas semanas parece que no se habla de otra cosa que no sea el COVID-19 (“el coronavirus”): en los medios, en las calles, en las familias, en los centros educativos y hasta en las aulas de educación infantil. No parece el tema más adecuado para hablar en la asamblea de infantil, pero a veces los niños y niñas son quienes lo proponen porque están nerviosos por la expectación que notan a su alrededor y necesitan expresarse. ¿Cómo podemos afrontar esta situación desde un punto de vista educativo? Si ya conoces nuestras propuestas de educación en derechos de infancia, quizás ya imagines cómo: enfocando el tema de manera que protejamos los derechos de los niños y niñas de los que somos responsables. En este caso, especialmente sus derechos a la protección y a la salud.
Proteger sus emociones
Los niños y niñas muy pequeños aún no han adquirido la madurez suficiente para poder entender algunos aspectos biológicos, sociales y económicos de las enfermedades. Habitualmente, cuando hablamos con ellos sobre los problemas de salud empleamos eufemismos como llamar a virus y bacterias “bichitos invisibles”, referirnos a la enfermedad como “pupa” o decir que la gente enferma “está malita”. Estas imprecisiones no contribuyen a su formación científica (para la que aún habrá tiempo) pero contribuyen a otro aspecto muy importante de la educación en esta etapa: proteger su bienestar emocional.
La prioridad en esta etapa debe ser, precisamente, proteger a niños y niñas de toda aquella información que aún no pueden procesar y que les puede llevar a desarrollar ansiedad y miedos debido a la incertidumbre. En este sentido conviene:
- Evitar que vean o escuchen noticias y reportajes con un enfoque sensacionalista o morboso de la situación.
- Evitar que se expongan mucho tiempo a noticias sobre el problema, aunque el tratamiento sea adecuado: el tiempo que dedicamos a un tema también puede transmitir inquietud, aunque el tono no sea alarmista.
- Evitar involucrarlos en conversaciones de adultos sobre la situación, especialmente si son acaloradas o incluyen bromas y dobles sentidos: aunque no estemos hablando con ellos, saben de lo que hablamos y sacan sus propias conclusiones.
- Dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes, en un lenguaje adaptado a su capacidad de comprensión, pero no engañoso. Si sientes que te faltan recursos para transmitir información, puedes recurrir a algunos de los cuentos que se editan cada año sobre salud y enfermedades, ya que permiten a los niños y niñas procesar el impacto emocional a través de la imaginación. En tu biblioteca o librería más cercana podrán recomendarte algunos títulos interesantes.
Proteger su salud
En este momento del desarrollo es también muy importante sentar las bases de las competencias de autoprotección que les permitirán ser responsables sobre su salud y la de otras personas a lo largo de su vida. No es necesario un tratamiento exhaustivo de las causas y efectos de las enfermedades para empezar a incidir educativamente en conductas de protección que sí están al alcance de niños y niñas desde edades muy tempranas y que además les permiten desarrollar su sentido de autoeficacia y su seguridad en sí mismos:
- El lavado de manos con agua y jabón: no sólo aprender a lavarse bien las manos, sino adquirir el hábito y ser capaces de demandar y promover esta necesidad en diferentes contextos (por ejemplo: recordárselo a otros niños, acordarse en un restaurante…)
- Reconocer las circunstancias cotidianas en las que estamos en contacto con suciedad y ser capaces de tomar precauciones. Por ejemplo: manejo de tierra, contacto con animales domésticos, precauciones frente a basura y heces…
- Aprender e interiorizar aquellas medidas higiénicas que protegen a los demás, por ejemplo: el uso de pañuelos y servilletas, aprender a sonarse y a limpiarse, evitar compartir cubiertos y vasos…
- Adquirir respeto por el entorno: pequeñas contribuciones a la higiene doméstica y escolar, adquirir el hábito de tirar los desechos a la basura, conocer la importancia de la limpieza del entorno, de la ropa, de la vajilla…
Prevenir la violencia
A esta edad aún no tenemos la capacidad de reflexión necesaria para hacer un análisis crítico de las informaciones erróneas, malintencionadas o prejuiciosas. No podemos evitar que los niños y niñas entren en contacto con determinadas opiniones, pero tenemos que prestar especial atención porque incluso lo que un niño o niña un poco más mayor podría entender como un chiste puede ser tomado literalmente por los más pequeños.
En este sentido es muy importante dedicar un tiempo extra a detectar los malentendidos que pueden estar afectando a su percepción de salud y la enfermedad porque pueden sentar las bases de estereotipos y prejuicios duraderos. Por ejemplo:
– “Mi vecino chino es un coronavirus”.
– “Si tu abuela tose se va a morir”.
– “Hay que alejarse de los viejos”.
– “Los pobres contagian enfermedades”.
A veces, por más que nos esforcemos en tratar adecuadamente y con sensibilidad estos temas en el aula o en familia, no podemos evitar que las conversaciones entre niños y niñas se conviertan en un “teléfono escacharrado”. A pesar de que es comprensible y que, en edades muy tempranas no hay realmente malicia en los comentarios, es muy necesario reconducir las percepciones erróneas que puedan estarse formando sobre determinadas personas o colectivos, para evitar que, con el tiempo, se conviertan en algo más grave.
Recuerda: el ejemplo vale más que las palabras
A cualquier edad, pero muy especialmente con los más pequeños, de poco vale enseñar a lavarse las manos si no nos ven a nosotros hacerlo a menudo. Tampoco tendrá mucho efecto lo que les digamos sobre estar tranquilos si perciben nuestro nerviosismo o que les regañemos por llamar «coronavirus» a alguien si luego nos oyen a nosotros hacer chistes que no saben interpretar. En una etapa del desarrollo en la que las habilidades lingüísticas aún no están plenamente desarrolladas gran parte del aprendizaje se realiza por imitación y tiene un alto componente emocional. La educación de los más pequeños es un esfuerzo que nos puede obligar a emplear todos los sentidos.
Resumen de competencias para esta etapa educativa
Todas las recomendaciones anteriores se refieren a niños y niñas de Educación Infantil (hasta los 6 años, aproximadamente, dependiendo del grado de madurez). En otras edades deberemos tener otros enfoques más adecuados a su nivel de competencia y que les permitan aprender y desarrollarse acorde a su edad.
Aprendizajes sobre prevención de enfermedades en Educación Infantil
GRACIAS UNICEF
Aquí enlace a un Cuento
Para ti que has perdido un hijo.
A muchos nos ha sorprendido el fallecimiento de Xana una niña de 9 años tras 5 meses de lucha con un tumor oseo y porque es la hija de una persona muy conocida en el mundo del deporte, Luis Enrique. La vida tiene esa parte injusta con quien nadie quiere tropezarse y no razona con edades ni personas…
Al ser una persona relevante se da más visibilidad, en este caso a la enfermedad, el osteosarcoma y habrá más personas que se volcarán en la investigación y en las ayudas. Ayudas que van desde el acompañamiento durante el diagnóstico y enfermedad (comunicación de la situación a los niños, familia, hermanos, amigos…consultas médicas, medicación, operaciones, recuepraciones o como en este caso fallecimiento). El fallecimento de un hijo es algo que el ser humano no contempla, es antinatural. El acompañamiento psicológico, en diferente medida, permite acompañar esos pensamientos y esas emociones duras, intensas, contradictorias pero necesarias en el proceso de duelo. El cerebro necesita digerir poco a poco el impacto de todo lo vivido, es como una herida pero en el alma, para seguir en la vida, aprender a vivir con ello, sabiendo que no será igual pero no por ello insoportable. Al inicio todo es oscuridad y abismo…uno no encuentra el sentido de la vida ni entiende las razones…y por ello quiero compartir esta guía paratiquehasperdidounhijo
Para ti si has perdido un hijo, para ti si fue un nieto, sobrino, amigo…que su ausencia es lo única persona que deseas.
Dejo aquí también unas pautas para dar esta noticia de enfermedad, y si ves que estás desbordado acude a un profesional de la salud, estamos aquí para ayudarte:
1. Trasmitir seguridad pasa por trabajarte tú antes como padre-madre y practicar lo que vas a decir con frases cortas, fáciles y con conexión emocional. Saber cómo vas a contestar a las posibles preguntas que te puedan hacer.
2. No se miente, no se promete, no se dan ideas confusas o engañosas que aumentan su inseguridad. Se habla de lo que se sabe a día de hoy adapatando el lenguaje. Se tiene la idea equivocada de que ocultar es mejor.
3. No se disimula, llorar es algo natural y se educa en que no hay que ocultar las emociones.
4. Elige el día, el momento de calma y el lugar tranquilo. NO se necesitan prisas ni estrés. Da tiempo para procesar la información, deja espacio a los silencios (el cerebro está trabajando)
5. Si tienes más hijos puedes decírselo a la vez y dejar espacio a cada uno para digerir y compartir.
7. Puede preguntarles, si ellos no preguntan, si les preocupa algo ahora, cuales son sus miedos teniendo claro que cada uno tiene los suyos. Lo que se les ocurra que te lo vayan diciendo. Lo que sepas lo contestas, lo que no dices «no lo sé, se lo preguntaremos al médico y te comentaré…
8. Transmite que no tienen culpa de ello. Según la edad puede que los niños se vayan a jugar sin más, que según las emociones cambien compartamientos o los adolescentes busquen información en internet o se aislen.
9. Que les llegue que los quieres y que le vas a cuidar. Que vas a comunicarlo al cole y a los papás d elos amigos para que juntos puedan adaptarse a la situación y a los cambios.
10. A ti padre madre, no te lo tragues todo, busca apoyo psicológico.
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