A raíz de la reflexión en RRSS “No fue imprudencia fue adolescencia” que te animo a leer antes de seguir aquí click en la imagen.

Ayudar a los hijos a reflexionar antes de actuar es un proceso que se construye desde la infancia, y no ocurre de la noche a la mañana. Aunque el cerebro adolescente aún esté madurando, sí se puede entrenar la autorregulación, la empatía y la toma de decisiones con práctica, guía y acompañamiento.
¿Cómo pueden los padres ayudar a que sus hijos piensen antes de actuar?
1. Cultivar la reflexión desde pequeños
Preguntarles cosas como: “¿Qué crees que pasaría si…?”, “¿Qué otras opciones había?”, “¿Cómo te sentirías si eso le pasara a ti?”. Como un juego, paseando de excursión, en el parque. En un entorno relajado…no a modo de interrogatorio. Y compartir lo que piensas ahora y como pensabas en tu infancia, adolescencia.
Así no solo se entrena la empatía, también se fortalece la toma de perspectiva y la evaluación de consecuencias.
2. Validar sus emociones, pero enseñar a gestionarlas
En vez de frases como “no llores”, “eso no es nada”, usar “entiendo que te sientas así” y luego enseñarles a actuar desde la calma, no desde el impulso. Vamos a rebobinar y ver cómo lo harías ahora.
El autocontrol emocional se aprende modelando con el ejemplo, nombrando lo que sienten y tener herramientas de acompañamiento emocional. NO se trata de no sentir sino de acompañar lo que se siente.
3. Modelar el pensamiento crítico
Hablar en voz alta sobre decisiones propias: “Hoy estaba tan enfadada que iba a responder mal, pero paré, conecté conmigo, con mi cuerpo y conté hasta 10”.
Mostrar que reflexionar antes de actuar es un proceso, no una orden. Que se entrena y es posible.
4. Fomentar entornos seguros para equivocarse.
Los errores son oportunidades para aprender, no para castigar, humillar, comparar. Si un niño o adolescente se siente juzgado constantemente, dejará de compartir lo que vive. Además de dañar su autoestima y seguridad.
Lo que no se puede hablar, no se puede corregir. Y saber que no se busca ser perfectos.
5. Establecer límites firmes pero con sentido
Los adolescentes necesitan límites claros, pero también entender por qué existen. Involucrarlos en reglas, hablar de consecuencias reales, utilizar noticias para el debate les hace entender, flexibilizarse y ver que no se va en su contra,
6. Ayudarles a reconocer la presión del grupo
Enseñarles a identificar cuándo están actuando para agradar o pertenecer. Frases como: “¿Tú querías hacerlo o fue porque los demás lo hacían?” pueden abrir muchas puertas. Y desterrar para siempre la frase “si se tira tu amigo por un puente tu también lo haces? No hay frase más invalidante y juciosa más repetida que de poco sirve.
7. No decidir siempre por ellos: darles margen para elegir
Si siempre tomamos las decisiones por ellos, no aprenden a hacerlo por sí mismos.
Es mejor darles opciones seguras y guiadas (“Puedes ir en bici por el parque o por la calle tranquila”), y luego conversar sobre cómo se sintieron con la elección. Es importante hacer más preguntas y no dar siempre las respuestas porque se anula el desarrollo de la reflexión.
Así practican la autonomía y aprenden a prever consecuencias con supervisión, no con imposición. Muchas veces propio de los propios miedos.
8. Celebrar el proceso, no solo el resultado
Reconocer cuando han reflexionado, aunque la decisión final no sea perfecta.
Esto refuerza el hábito de pensar antes de actuar, no solo de “acertar”.
9. Exponerlos a decisiones con impacto real (pero seguro)
Por ejemplo: planear juntos un viaje familiar, administrar un pequeño presupuesto, o decidir el menú de una comida.
La práctica en escenarios de bajo riesgo fortalece su confianza y su criterio.
10. Darles espacio para reparar errores
Si se equivocan, en lugar de resolverlo por ellos, acompañar en el proceso de enmendar.
Aprender a reparar les enseña responsabilidad y resiliencia.
No se trata de hacer que los adolescentes no se equivoquen, sino de darles herramientas para pensar, sentir y decidir mejor, paso a paso. Los padres y madres no pueden “prestarles” un cerebro adulto, pero sí pueden ser esa voz interna que con el tiempo ellos aprenderán a activar por sí mismos.